Era un joven que va al médico por un dolor de
estómago, luego de evaluarlo, el doctor le dice no tiene de qué preocuparse, pues solo tiene
una lombriz solitaria.
—Mañana me trae una cereza —dice el galeno—,
una uva, una galleta y un martillo.
—¿Con eso me curaré? —pregun ta el mozo intrigado.
—¿Con eso me curaré? —pregun ta el mozo intrigado.
—Usted traiga las cosas y ya veremos
Al día siguiente el joven trae todo lo que le pidio
el doctor, el cual procede a desnudarlo, echarlo boca abajo e insertarle todas
las cosas por la retaguardia.
—Doctor —gime el muchacho—, haga lo que quiera, cúreme, pero por el amor de Dios: ¡el martillo no!
—Doctor —gime el muchacho—, haga lo que quiera, cúreme, pero por el amor de Dios: ¡el martillo no!
—Descuide, jovencito —dice el médico—, el martillo
es para después.
Adolorido y avergonzado el joven va y viene durante
una semana, al cabo de la cual el doctor le introduce la cereza, la uva y ahí se
detiene, entonces sale la lmbriz y pregunta:
—¿Y mi galleta?
Y ¡plaf!, le cae el martillazo.
Nota:
No es lo común escribir chistes en este blog, pero este clásico me lo había pedido un buen amigo y me dije, lo compartiré. Saludos.
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